La Militarización del Espacio, Antecedentes que lo Motivaron

Document created: 12 December 02
Air & Space Power Journal - Español Cuarto Trimestre 2002

La Militarización del Espacio
Antecedentes que lo Motivaron

Mayor Howard D. Belote, USAF*

*Quisiera agradecerle a tres membros actuales y pasados de la Escuela de Estudios Avanzados de la Fuerza Aérea por su ayuda crítica al iniciar este artículo: Teniente Coronel Roy F. Houchin II, quien igualmente sugirió el formato de presentación, Dr. Harold R. Winton, y Dr. David R. Mets.

AL FINALIZAR los años 50, el Presidente Dwight D. Eisenhower condujo a los Estados Unidos hacia una política espacial con principios todavía vigentes. A pesar de la protesta general en contra de la Unión Soviética debido al lanzamiento del satélite Sputnik I, el Presidente Eisenhower trazó un programa espacial que llevó a la nación al liderazgo de lo que más anhelaba, la información, mientras limitaba los gastos de gobierno y preservaba el control civil de los intereses nacionales. Admitiendo, “ante todo, que el espacio estaba siendo espiado, no porque los Estados Unidos fuera una nación agresiva sino porque la Unión Soviética tendía a ocultar cosas,” el Presidente elaboró “una política estratégica sutil en su concepto y delicada en su ejecución. De esta manera, los Estados Unidos se presentaron como los campeones de ‘la libertad del espacio’, ... ‘el espacio para la paz’ y ‘el espacio para toda la humanidad’, una imagen que en la política americana era consecuente, por un lado, con el idealismo tradicional del respeto por las reglas y la ley y, por el otro, con el prestigio, en un contexto de Guerra Fría”1. Sencillamente, el Presidente Eisenhower creía profundamente que el espacio sin armas era lo mejor para los intereses de la nación.

Sin embargo y, casi de inmediato, la creciente Fuerza Aérea comenzó a buscar otros caminos para expandir sus prerrogativas institucionales en el nuevo medio. Aunque algo prematuro como para hacerse a un lugar en este tema espacial, enfocado principalmente en el hallazgo de salidas, en medio del complejo tema de las leyes internacionales y de los límites de soberanía del espacio2, la Fuerza Aérea desarrolló algunos proyectos no muy acordes con las ideas de sus líderes políticos. En realidad, la Fuerza Aérea trabajó simultáneamente en dos frentes: la investigación y el desarrollo espacial y, entre ellos, el programa de vigilancia espacial Dyan-Soar, cancelado por el entonces Secretario de Defensa Robert S. McNamara y, otros que posteriormente se utilizaron en el proyecto de la militarización del espacio.3

Lo anterior no significa que todos los militares estén a favor de un despliegue de armas en el espacio. Para la Fuerza Aérea, el debate espacial sigue vivo y candente según lo corroboran las páginas de su revista oficial. Así, artículos tales como Primavera 1999 Airpower Journal escritos por el General Thomas Moorman, el Mayor Shawn Rife y el Senador Bob Smith muestran que el tema es de permanente actualidad.4 Un pequeño pero bien ilustrado ejemplo de este debate es la serie de cinco artículos publicados entre los años 1968 y 1998 en Airpower Journal y su predecesor, Air University Review, que muestran los argumentos de los que están a favor y en contra de la militarización del espacio, al mismo tiempo que se constituyen en soporte histórico para la continuidad del debate. El contexto en el cual fueron escritos estos artículos, sus temas comunes y sus respectivos argumentos de fortaleza y de debilidad sugieren una política espacial, viable para todos, en un futuro cercano.

Primeros Pasos
Hacia la Militarización

A finales de 1968, el Mayor General Oris B. Johnson, Comandante de la 9ª División de la Defensa del Espacio Aéreo, escribió un artículo que ayudó a abrir las puertas a los partidiarios de la militarización. En el artículo: “El Espacio: Hoy en día, la Primera Línea de Defensa”, el General Johnson enfatiza sobre “la continuidad del espacio aéreo intermedio” y la inevitable naturaleza de esta Fuerza Aérea de crecer en el espacio y afirma que “física y conceptualmente la expansión de este sistema militar, más allá de la baja atmósfera, se ha tornado natural y evolucionista”. Seguidamente, el General hace una declaración que podría tener eco en el debate espacial durante unos 20 años más: “Los sucesos soviéticos en el ámbito espacial, acompañados de la intención de dictar las reglas al mundo, no dejan lugar para la complacencia. Mientras nuestro deseo de utilización del espacio es tan solo con fines pacíficos, los soviéticos, en cambio, están profundamente comprometidos con su programa espacial, motivados con fines militares”6.

Aunque el General Johnson reconoce que el objetivo de los Estados Unidos es la paz en el espacio, él se apoya, sin embargo, en los ensayos soviéticos de bombardeo fraccionario orbitacional y en el sistema de misiles antibalísticos para argumentar que “la necesidad de un eficiente sistema defensivo del espacio es obvio y urgente”.7

Después de enfatizar sobre la amenaza del “Oso Soviético”, el General Johnson traza las bases de la defensa del espacio aéreo. El describe las cuatro funciones: detección, identificación, intercepción y destrucción, y explica cómo aplicarlas en la defensa contra los misiles balísticos intercontinentales y en la defensa del espacio.

Concerniente a los misiles balísticos, el General Johnson anota el cómo y el por qué de una rápida detección y hace después un análisis de las dificultades técnicas como la aceleración, la trayectoria y la fase de intercepción de dichos misiles. Reconoce la importancia de esos problemas y propone un sistema operacional anti-misil al comienzo de los años 1970.8 Finalmente, hace la descripción de la capacidad de la nación para rastrear objetos en el espacio como único medio de defensa del espacio aéreo, en ese entonces.

Preocupado por la brecha que representaba esta defensa, el General Johnson concluye que la estrategia nacional “depende antes que todo de la capacidad de las fuerzas estrátegicas de sobrevivir y reaccionar” y que por lo tanto “la nación que primero despliegue un sistema efectivo de defensa del espacio tiene la ventaja militar”.9

Sin embargo, desconociendo, tal vez, las restricciones políticas concernientes a las armas espaciales, él hace un llamado explícito a la militarización del espacio. Aunque a favor de “un despligue de armas de defensa contra la amenaza existente del espacio tan rápido como sea factible”, él cita algunos requerimientos explícitos limitados a la detección, seguimiento e identificación, pero no al sistema de destrucción.10 El General evita referirse a la política del espacio neutral pero señala el camino a los seguidores de una militarización.

Abogando a Favor

En la década de los años 70, reflejando, tal vez, el cansancio de la guerra del Vietnam o el idealismo de la Administración Carter, Air University Review publicó unos pocos artículos sobre la militarización del espacio. Sin embargo, en la década de los años 80, en el marco de la Guerra Fría, la revista renovó el debate con intensidad, debido a la retórica del “imperio del mal” y al temor generalizado de una guerra nuclear.11 Uno de los primeros autores que recogió la amenaza, basada en los razonamientos del General Johnson, fue el Mayor Steven E. Cady, Oficial del bombardero nuclear B-52 y autor del artículo “Despliegue de Armas en el Espacio: Una Realidad que Debemos Confrontar.”12 El Mayor Cady comienza con algunos estimativos provenientes de la Oficina de Evaluaciones Tecnológicas, diciendo que entre 70 y 160 millones de muertes sería el resultado preliminar de un ataque nuclear, con otros millones más por morir, posteriormente. Él combina esta visión con la siguiente alerta “el poder de la nación derivado de su arsenal militar y nuclear es menor al que cree poseer el Ejército de los Estados Unidos”. Debido a factores políticos de organización y de conducta, el Mayor Cady sostiene que “la percepción de los soviéticos sobre el poder disuasivo de los Estados Unidos es inferior al de muchos líderes de la nación”.13 Para terminar la descripción de esta amenaza el Major Cady menciona una lista de los logros soviéticos, demostrando que “los Estados Unidos, en tierra, mar y aire, han dejado de ser la nación más poderosa del mundo y, que en términos de capacidad de armamentos del espacio, los soviéticos están a la delantera y, parecen continuar con ese liderazgo por varios años más”.14

Afortunadamente para quienes se muestran impresionados por esta nota alarmista, el Mayor Cady presenta el remedio para esta situación: “partículas de rayos láser disparadas desde satélites orbitales con miras a destruir objetivos en tierra, satélites o misiles enemigos situados a cientos de millas de distancia, justamente después de su lanzamiento”. Haciendo claridad sobre el aspecto erróneo de la clásica teoría de la disuación, el Mayor Cady argumenta que estas armas energéticas ofrecen un potencial importante para restaurar el poder disuasivo de la nación.15 Hace referencia a algunas preguntas sobre la legalidad del proyecto con la observación de que “esas preocupaciones cosméticas de la ley son únicamente apropiadas para un mundo utópico” a la vez que admite que el despliegue de tales armas podría ser difícil y costoso.16 El cree, sin embargo, que tal despliegue no conduciría a una carrera armamentista ya que “el historial de la Unión Soviética en su política extranjera y militar es más bien cautelosa” y, según él, es razonable pensar más bien que los soviéticos actuarían de una manera muy prudente si los Estados Unidos optasen por esas armas energéticas; aún más, concluye el Mayor Cady afirmando que “los soviéticos podrían fácilmente llevar la delantera en el desarrollo de tal sistema y, en este caso, le convendría a los Estados Unidos establecer una paridad de fuerzas”. De ahí, se deduce, que los Estados Unidos de América “no tienen otra alternativa más que la de optar por este programa de urgencia nacional, el cual iría más allá del proyecto Manhattan”.17

En resumen, el Mayor Cady apoya la entonces aceptada pero ahora desacreditada idea de la militarización del espacio.

El Contra-argumento del
Control de Armas

Sería injusto catalogar de rídiculas las ideas del Mayor Cady, en el contexto que siguió a la Guerra Fría. No era el único que compartía ese razonamiento. Es de anotar, igualmente, la existencia de una facción importante que se oponía a la militarización del espacio, y precisamente, la Air University Review incluye esas voces en el debate publicado.

Reaccionando especificamente contra la “iniciativa de defensa estratégica” del Presidente Ronald Reagan, el doctor Robert M. Bowman arremete contra aquellos que quisieran desestabilizar la situación internacional con esos consejos enfermizos de despliegue de armas anti-satélites y de defensa espacial contra los misiles balísticos.18 El autor, un oficial retirado de la Fuerza Aérea, con un doctorado del Instituto Tecnológico de California, con un largo historial de trabajos sobre tecnología espacial y director (en 1985) en Asuntos de Seguridad en el espacio, basa sus argumentos en un detallado estudio sobre Schelling y su teoría de persuación. Según este último, no tiene la ventaja quien golpea primero sino quien muestra una política de transparencia y de capacidad de sobrevivencia. El sistema anti-satélite desarrollado únicamente por estar los soviéticos trabajando en uno de ellos, amenazaba con neutralizar la influencia benéfica estabilizadora de los satélites de detección.19 Combinado con la capacidad del nuevo misil MX de golpear primero, el doctor Bowman opina que un operacional sistema anti-satélite podría conducir a los soviéticos a una postura de alerta un tanto agresiva haciendo que la sobrevivencia de los Estados Unidos dependa de la confiabilidad de las computadoras rusas. Peor aún, él se pregunta: “Qué pasaría si un satélite de detección soviético fuese destruido por un meteorito o sufriese un serio percance eléctrico?”20

Dejando atrás esta imagen, el doctor Bowman va hacia su verdadero objetivo: el sistema de defensa de misiles balísticos o de la Guerra de las Estrellas del Presidente Reagan. Citando las similitudes tecnológicas entre los anti-satélites y los anti-misiles, el doctor Bowman declara que “desde un punto de vista de operación militar, al igual que el de control de armas, el armamentismo espacial debe ser tratado como un todo”; y, anota seguidamente, que “la decisión a tomar sobre cómo proceder en el tema de los anti-satélites y los anti-misiles debe ser urgente en el tiempo. Si esas armas son poco factibles, muy onerosas o están en detrimento de la seguridad de la nación, entonces, se debe negociar un comprensivo y verdadero interdicto sobre la totalidad de las armas del espacio.”21

De una manera poco sorprendente, el doctor Bowman enumera los peligros de un escudo anti-misil poco seguro y, por ende, poco fiable y, concluye, que no se puede lograr esta capacidad anti-misil sin antes adoptar una actitud agresiva. Por lo tanto, dice, la Guerra de las Estrellas va más allá de lo que se requiere para consolidar una poliítica disuasiva, aunque al mismo tiempo se muestra insuficiente para reemplazarla. Y continúa diciendo, que “el mejor camino para la Administración Reagan es demostrar ... que es sincera... y que debería unirse a la moratoria soviética para un cese del proyecto anti-satélite.”23

En síntesis, aunque la conclusión del doctor Bowman está de acorde con la visión original del Presidente Eisenhower de “el espacio para la paz”, no puede desconocerse su relevante apariencia de fanático y de hombre poco abierto de espíritu para aquellos que abogaban por la militarización del espacio. Su teoría sobre la disuación es razonable pero muy simplista cuando pasa del tema de la desestabilización espacial al de la “no beligerancia”.

Algo de Temor

En el año 1989, el Muro de Berlín se derrumba y el contexto sobre la polémica de la militarización del espacio cambia radicalmente. Privados del espectro monolítico soviético, los seguidores de la militarización del espacio necesitan de una nueva amenaza y crean seguidamente otra. Para ilustrar los peligros, todavía inherentes al período posterior a la Guerra Fría, el Teniente Coronel Michael E. Baum, Piloto del avión B-52, con un doctorado en Análisis de Sistema, escribe el artículo “Hacia el Altar: La Militarización del Espacio”.24 Utilizando un escenario de ciencia-ficción, él describe como la “peor falla de inteligencia de los años 70” la ejecución, por parte de los chinos, en diciembre del año 2011, de una sorpresiva maniobra similar al ataque sobre Pearl Harbor, al lanzar, desde el espacio, una serie de acciones devastadoras contra los Estados Unidos. El nuevo enemigo utiliza el sistema destructivo anti-satélite y el armamento espacial energético para destruir una amplia gama de Bases y Comandos americanos, de control, de inteligencia, de vigilancia y de reconocimiento; así como áreas de comunicación, de sistemas de lanzamiento, de transporte y de material bélico. Simultáneamente, los chinos atacan las Fuerzas de Paz de las Naciones Unidas, en las Islas Spratly, con lo cual, la comunidad internacional cede muy pronto al control chino. Con miras a sacar luces de lo acontecido en el Pear Harbor del 2011, el Comandante Jefe del Estado Mayor fue llamado a testificar ante el Congreso, en los días confusos del mes de abril del año 2012. El General William Smith, en este relato de ciencia-ficción, admitió que los Estados Unidos sacaron, una lección equivocada, de la Guerra del Golfo Pérsico y que deberían haber continuado con el dominio del espacio, dentro de un contexto de fuerzas disuasivas.26 Así mismo, dijo, que las Fuerzas Armadas, en el período posterior a la Guerra Fría, optaron por una estrategia incongruente en lo que se refiere al desarrollo de una doctrina espacial, ciega en no querer admitir una militarización del espacio, como el hecho de institucionalizar una serie de fallas de las cuales los chinos sacaron provecho. Por lo tanto, el General Smith/Baum sugiere correctivos a esos puntos un tanto vulnerables y, recomienda el desarrollo de un programa de armamento energético orbital que comprende tres partes: armas láser de protección activa, de protección orbital pasiva y un sistema anti-satélite.

Tal como lo había hecho el Mayor Cady, 12 años atrás, el Coronel Baum rechaza la visión del período Eisenhower, aboga por las bases de armamento espacial y, dice que los seguidores de la teoría de “el espacio libre de armas”, tienen la cabeza enterrada en la arena sin saber qué hacer en el caso de una clara amenaza.

De Regreso al Futuro

Finalmente, en 1998, se retomó la idea original de Eisenhower, “el espacio libre”, evidenciado en el artículo escrito por el Teniente Coronel Bruce M. DeBlois, “El Santuario del Espacio: Una Estrategia Nacional Viable”. El autor, un destacado Profesor de la Academia de la Fuerza Aérea y de la Escuela de Estudios Aéreos Superiores, saca a la luz una pieza del rompe-cabezas omitido por Johnson, Cady, Bowman y Baum: el contexto histórico-político-cultural en el cual se inició el debate sobre la militarización del espacio. El autor admite que “no se puede negar la ventaja militar inmediata de aquella nación que despliegue primero armas en el espacio”, pero ello implicaría “costos a largo plazo no sólo militares, sino sociales, políticos y económicos”.28 Alineándose a los escritores del período de la Guerra Fría, DeBlois hace una reseña histórica de la Teoría de la Disuación y, va más allá de su contexto descriptivo. El revisa nuevamente la postura del Presidente Eisenhower y de las Administraciones que siguieron, en materia de espacios abiertos, y hace hincapié en la realidad política, en la amenaza que representaría la tendencia armamentista del espacio, en sus limitaciones tecnológicas, en sus impedimentos culturales (los americanos no se consideran agresores) y en los costos enormes de inversión que implicaría este proyecto de armas en el espacio.

En una serie de 10 puntos, rechazando esta estrategia armamentista, DeBlois concluye que “lo que se puede conseguir en el espacio orbital, se puede conseguir también en el espacio aéreo, sin el peso político de la militarización espacial”.29

Reforzando este llamado de considerar el espacio como un santuario, el autor incluye en su artículo una serie de recomendaciones, promulgando la paz en esta “visión del espacio”, y abogando por una prohibición de un espacio armado, mediante un tratado.

Aunque claramente opuesto a una militarización del espacio, el autor rechaza que se le critique acusándolo de esconder su cabeza en la arena. Por el contrario, él hace un llamado a la vigilancia, diciendo que “la otra tendencia histórica ha sido la de invertir en investigaciones y en desarrollo de armas para proteger nuestro santuario espacial y, que el hecho de seguir con la política del espacio-santuario no nos impide el estar preparados para algo diferente; en realidad, habría fuertes argumentos indicando que estas tesis bien conducirían a seguir con esta tendencia; por lo tanto, no habría ganancia alguna, desafiando esta política”.30 DeBlois continúa recalcando, a todo lo largo del artículo, que el espacio no es en sí mismo un centro de gravedad sino más bien un espacio que contiene una serie de elementos vulnerables que se deberían eliminar o proteger. En todo caso, el autor arguye que existen mejores estrategias que la carrera armamentista para la protección de esta política: estrategias que continúan con 40 años de búsqueda de una seguridad del entorno espacial, de su estabilidad y ... de la continuidad de varios proyectos encaminados hacia la cooperación que, a su vez, velen por los intereses nacionales, tales como la seguridad a largo plazo, una economía saludable y sus valores constitucionales reconocidos en el mundo entero.31

Conclusión

A través de cinco artículos sacados de 30 años de publicación de Air University Review y Airpower Journal, persiste un debate todavía sin resolver. Lejos del concepto del Presidente Eisenhower sobre un espacio libre de armas, un especialista de la defensa espacial, en el período de la carrera hacia la luna, promueve el despliegue de un avanzado sistema de satélites en materia de vigilancia y de seguimiento, acompañado posteriormente de un sistema de armas defensivas. Catorce años más tarde, en plena escalada de misiles balísticos de largo y mediano alcance, durante la Guerra Fría, un Mayor de la Fuerza Aérea exclama: “Cuidado con el Oso Soviético!” y hace un llamado abierto hacia la militarización del espacio. En respuesta a llamados similares, entre ellos, el programa de intercepción de satélites del Presidente Reagan, un oficial retirado de la Fuerza Aérea y líder estratégico de las fuerzas blindadas opina que las armas espaciales crearían un factor desestabilizador y deberían, por lo tanto, ser impedidas a toda costa.

La desaparición de la amenaza de los soviéticos no impidió que los simpatizantes de esta militarización crearan nuevas amenazas, ahora, en manos de los chinos, y solicitarán un rápido desarrollo y despliegue de una nueva fuerza de disuación.

Finalmente, un académico activista, llevó el argumento a su punto de partida, condenando el exceso en esta materia y, sugiriendo, para el futuro, una política pragmática libre de amenazas.

Qué lecciones se podrían sacar de este debate sobre la militarización del espacio? Examinando el factor común de esta controversia, se puede ver, que los simpatizantes de ambos bandos polemizan fuera del contexto original, deslizándose hacia el fanatismo. Aquellos que promueven la militarización asumen, de una manera simplista, que la creación de una nueva arma alejaría toda amenaza y facilitaría la correlación. Haciendo esto, ellos ignoran la Historia, la Cultura y la Economía de una Nación. No se podría culpar mucho al Mayor Cady, por su alarmismo, en la década de los años 80, a pesar de que él plasmó una imagen distorsionada del americano, como agresor; y su sucesor el Coronel Baum no tuvo en cuenta que fue precisamente la carrera armamentista de la Unión Soviética la que la condujo al colapso. Y, además, cómo podría la economía china crear un sistema de armas en el espacio, capaz de destruir de un solo golpe a los Estados Unidos? Más aún, todos los simpatizantes de esta militarización, incluyendo al General Johnson, olvidaron la primacía política de Clausewitz. Cada Administración, en los últimos 40 años, ha validado la postura original de Eisenhower. No existe política alguna que pueda contrarestar el paradigma de “el espacio para la paz”.

Parafraseando Walter McDougall, “no hay otra salida” que tenga mas en cuenta la realidad política de este país.32 Finalmente, el doctor Bowman, único representante de aquellos que proponen un control de armas, saca de su contexto original los argumentos sobre los cuales él se basa. Además, pide al lector la aceptación de la idea de la no militarización del espacio, minimizando el peligro de una amenaza real contra la cual es preciso protegerse, limitando así el campo de la investigación. Como resultado, hace un llamado a unirse a la moratoria soviética, mientras otros claman “el espacio está en peligro”.

Los primeros cuatro artículos, tomados en su conjunto, tienden a estar fuera de contexto debido a su carácter fanático. Contienen argumentos vigorosos pero, a la vez, débiles en su base política. Haciendo un enfoque específico en su contexto de origen, el Coronel DeBlois, en su artículo, evita esa trampa y esboza una serie de recomendaciones prácticas. DeBlois rechaza la noción de que la militarización del espacio es algo inevitable y se inclina a la idea de que las relaciones internacionales pueden cambiar y que los Estados Unidos pueden garantizar la seguridad mundial sin la necesidad de un costoso sistema de armas en el espacio.

Más importante aún parece ser su argumento sobre la continuidad de esta política que ha funcionado por más de 40 años. El Presidente Eisenhower dijo, en alguna ocasión, que “había que enfrentar la amenaza soviética con una economía totalmente saludable y, que sin una economía sana y en crecimiento sostenido, nada se podría lograr al largo plazo,33 en el ámbito nacional e internacional” y, convencido profundamente de que el espacio servía a los intereses americanos, creó las condiciones favorables para lograr la preservación de la paz en el espacio, facilitando de esta manera la consolidación de su estrategia. Treinta años mas tarde, al final de la Guerra Fría, los Estados Unidos, basados en una política de seguridad, se beneficiarían de una fuerte economía.

La no militarización del espacio puede estar, hoy en día, más que nunca, a favor de los intereses de una Nación provista de una tecnología de punta que supera por su magnitud la del resto del mundo.

Qué sentido puede tener el solucionar un problema que aún no ha surgido?

Notas

1. Walter A. McDougall, Los Cielos y la Tierra: Una Historia Política de la Era Espacial (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1985 ), 194.

2. Ver, por ejemplo, Coronel Martin B. Schofield, “Control del Espacio Exterior,” Air University Quarterly Review 10, No. 1 (primavera 1958): 93-104, y Mayor Charles A. Roberts,” “Espacio Exterior y Soberanía Nacional,” Air University Quarterly Review 12, No. 1 (primavera 1960): 53-65

3. El Dyna-Soar era un vehículo espacial hipersónico, planeador, rehusable y plataforma espacial tripulada, diseñada para varios tipos de misiones espaciales militares. Para mayor información sobre el programa militar espacial tripulado, refererirse a Roy F. Houchin II, “Tecnología Hipersónica y Doctrina del Espacio Aéreo,” Air Power History 46, No. 3 (otoño y Doctrina Aeroespacial, “Air Power History 46, No. 3 (otoño 1999): 4–17.

4. Gen. Thomas S. Moorman Jr., “La Explosión del Espacio Comercial y las Implicacciones para la Seguridad Nacional,” Mayor Shawn P. Rife, “Separatismo en el Poder Espacial,” y Senador Bob Smith, “El Reto del Poder Espacial,” Airpower Journal 13, No. 1 (primavera 1999): 6–39

5. Mayor Gen. Oris B. Johnson, “El Espacio: Hoy en Día, la Primera Línea de Defensa,” Air University Review 20, No. 1 (noviembre-diciembre 1.968) : 96.

6. Ibid., 97.

7. Ibid., 96.

8. Ibid., 99.

9. Ibid., 101-2.

10. Ibid., 102.

11. Alusión a la famosa serie televisiva “Al Día Siguiente”, una miniserie que describe una vida post-apocalíptica; Mel Gibson en el papel de la película Mad Max; y la popular cinta cinematográfica Juegos de Guerra, entre otros ejemplos.

12. Mayor Steven E. Cady, “Despliegue de Armas en el Espacio: Una Realidad que Debemos Confrontar,” Air University Review 33, No. 4 (mayo-junio 1982): 33-39. Para otros artículos a favor de la Militarización del Espacio, referirse a Dr. Barry J. Smernoff,: “El Valor Estratégico del Espacio Basado en las Armas de Rayos Láser,” Air University Review 33, No. 3 (marzo-abril 1982): 2-17.

13. Cady, 34. Como soporte, Cady cita a Roger D. Speed, Disuasión Estratégica en la Década de los Años 80 (Stanford: Hoover Institution Press, 1979); el argumento hace eco en la obra más conocida de los científicos políticos Graham Allison y Robert Jervis.

14. Cady, 35.

15. Ibid., 36. Como lo explicó el científico político Karl Mueller, profesor de relaciones internacionales en la Escuela de Estudios Aéreos Avanzados, la clásica teoría de la disuasión postula que un pueblo que teme es bueno, pero la amenaza de las armas es mala, pues sugiere una actitud agresiva.

16. Ibid.

17. Ibid., 38.

18. Dr. Robert M. Bowman, “El Control de Armas en el Espacio: Preservando el Frágil Sistema del Espacio Estratégico sin el Uso de las Armas,” Air University Review 37, No. 1 (noviembre-diciembre 1985): 58-72.

19. Ibid., 62.

20. Ibid., 63.

21. Ibid., 65-66.

22. Ibid., 70.

23. Ibid., 71,72.

24. Teniente Coronel Michael E. Baum, “Hacia el Altar: La Militarización del Espacio,” Airpower Journal 8, No. 1 (Primavera 1994) : 52-62. Para un similar escenario de amenaza futurística, refererirse al Capitán Fred Kennedy, Capitán Rory Welch, y Capitán Bryon Fessler, “Una Brecha en la Visión del Futuro: Retrospectiva,” Airpower Journal 12, No. 2 (Verano 1.998): 84-94, concierne esas fuerzas multinacionales entre las cuales están Corea del Norte, Irán e Irak que constituyen un frente de amenaza mundial.

25. Baum, 53.

26. Ibid., 59.

27. Teniente Coronel Bruce M. DeBlois, “El Santuario del Espacio: Una Estrategia Nacional Viable,” Airpower Journal 12, No. 4 (invierno 1998): 41-57.

28. Ibid., 41.

29. Ibid., 52.

30. Ibid., 57, nota 43.

31. Ibid., 55-56.

32. Haciendo un temprano análisis de las implicaciones políticas de la era espacial, McDougall escribe, “A pesar de las ideas fantasiosas de algunos legisladores del espacio, no hay que perder de vista las rivalidades políticas de este mundo” (178).

33. Ibid., 138.

Colaborador

El Mayor Howard D. “Dave” Belote, USAF, (Licenciatura, Universidad de Virginia; Maestría, Universidad Aeronáutica Embry-Riddle; Escuela de Estudios Avanzados Aéreos, MAAS), es Jefe de Planeamiento y Doctrina Estratégica para la Séptima Fuerza Aérea y Jefe de la Célula del Comando Aéreo de Sincronización, Osan Ab, Corea. El presta sus servicios como primer consejero en el teatro de operaciones de fuerzas aéreas combinadas en acción y escribe los documentos estratégicos que guían los planes del espacio aéreo y sus objetivos. Anteriormente, prestó sus servicios como inspector de operaciones de combate en la Oficina del Inspector del Cuartel General del Comando de Combates Aéreos y voló los aviones F-16 y F-111 en giras sobre la Base Aérea Hill, Utah y en la Base RAF Lakenheath, Reino Unido. Sus artículos sobre la Teoría Militar y el Poder del Espacio Aéreo fueron publicados en Strategic Review y Airpower Journal, y su monografía titulada Una vez en la Luna azul: Hombres en el Teatro de Combate está por publicarse en la revista Air University Press. En un Graduado Distinguido de la Escuela de Escuadrón de Oficiales y del la Escuela Superior de Comando y Estado Mayor, Base Aérea Maxwell, Alabama.
Declaración de responsabilidad:

Las ideas y opiniones expresadas en este artículo reflejan la opinión exclusiva del autor elaboradas y basadas en el ambiente académico de libertad de expresión de la Universidad del Aire. Por ningún motivo reflejan la posición oficial del Gobierno de los Estados Unidos de América o sus dependencias, el Departamento de Defensa, la Fuerza Aérea de los Estados Unidos o la Universidad del Aire. El contenido de este articulo ha sido revisado en cuanto a su seguridad y directriz y ha sido aprobado para la difusión pública según lo estipulado en la directiva AFI 35-101 de la Fuerza Aérea.

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Publicación Original: http://www.airpower.au.af.mil/apjinternational/apj-s/4trimes02/belote.htm"target="_blank"

La Seguridad Alemana y las Fuerzas Armadas en el Libro Blanco de 2006 (ARI)

ARI Nº 115/2006 -- Análisis
Félix Arteaga ( 13/11/2006 )

Tema: El 25 de octubre de 2006 se aprobó el Libro Blanco sobre la política alemana de seguridad y el futuro de sus fuerzas armadas, doce años después del vigente hasta esa fecha. La nueva edición describe el contexto estratégico y los objetivos de la política de seguridad y actualiza las misiones y estructura de las fuerzas armadas. Este ARI describe el proceso de cambios a partir de 1994 y el contexto y contenido del nuevo Libro Blanco para explicar su relevancia para la proyección internacional militar de Alemania.

Resumen: Alemania acaba de publicar en octubre de 2006 un Libro Blanco sobre la política alemana de seguridad y el futuro de las fuerzas armadas que actualiza al publicado en 1994. Con ello se cumplimenta el mandato del Acuerdo de Gobierno de la coalición de noviembre de 2005 por el que establecían los principios y objetivos de política general para la legislatura en curso.

Cada Libro Blanco tiene detrás un contexto estratégico y un proceso político a los que pretende acercar este ARI. El Libro Blanco de 1994 cierra un ciclo en el que la política de defensa se atenía a los principios y normas establecidas para las fuerzas armadas tras la Segunda Guerra Mundial. Tras el fin de la guerra fría, los cambios estratégicos cuestionaron el papel de las fuerzas armadas en la nueva seguridad internacional y se inició un proceso de normalización que ha conducido al cambio de libro blanco. El ARI describe los hitos del proceso, desde las primeras operaciones de apoyo a la paz a las primeras modificaciones en la política de defensa y en el concepto de las fuerzas armadas. También describe el proceso paralelo de transformación de la política exterior alemana hasta convertirse en un actor internacional sin complejos. El Acuerdo de Gobierno de la coalición CDU-CSU-PSD recoge la nueva visión estratégica de las políticas de exteriores, seguridad y defensa. Sobre ese trasfondo político, el ARI analiza los contenidos de seguridad y defensa del Libro Blanco, las luces y las sombras que presenta.

Análisis

Doce años de cambios sin cambio de Libro Blanco

El estudio comparado de las cuestiones de seguridad, defensa y exteriores de Alemania tiene que tener en cuenta su situación diferencial debida a las circunstancias históricas de posguerra. La política de defensa alemana estuvo condicionada durante la guerra fría por la renuencia al uso de la fuerza, por la desconfianza en la autonomía de las fuerzas armadas y por el rechazo a la intervención en misiones distintas de la defensa nacional. Esta cultura estratégica de autolimitación subordinó la política de defensa a los principios del multilateralismo, la autodefensa dentro de las fronteras y al servicio militar como base de la movilización. Sin embargo, la realidad estratégica no respeta la corrección política y las contradicciones comenzaron a acumularse tras el fin de la guerra fría y la reunificación.

Justo a partir de la publicación del Libro Blanco de 1994, y mientras los objetivos políticos de la defensa seguían vinculados explícitamente a los preceptos restringidos de la Ley Fundamental, comenzaron a registrarse los primeros cambios. Tras el goteo dosificado de participaciones en misiones de apoyo a la paz con Naciones Unidas y con la OTAN desde 1990, el Tribunal Constitucional sentenció en julio de 1994 que no existía ningún impedimento legal al envío de tropas al exterior en misiones de apoyo a la paz, con lo que se legitimó la participación alemana en las diferentes operaciones sobre los Balcanes. En febrero de 1995, Alemania aprobó el despliegue de aviones si era necesario para extraer a las fuerzas de Unprofor de Bosnia-Herzegovina y sus aviones de combate participaron en la operación Deliberate Force antes de que se alcanzaran los acuerdos de Dayton. El 13 de diciembre de 1996, el Bundestag aprobó por 499 votos contra 93 el envío de 3.000 soldados a la fuerza de estabilización (SFOR) de la OTAN en Bosnia Herzegovina, en lo que sería el primer despliegue alemán fuera de su territorio con posibilidades de participar en combate. La posibilidad se hizo realidad en la primavera de 1999 cuando los aviones alemanes volvieron a participar en acciones de combate durante la operación Allied Force en Kosovo y, con ello, se hizo patente la necesidad de acercar los actos a las políticas.

Sin embargo, y debido a la sensibilidad de las cuestiones de seguridad y defensa, los cambios se han fraguado dentro del consenso político y estratégico y al margen de debates sociales. Aunque esas cuestiones no fueron una prioridad para los partidos Social Demócrata y Verde durante la campaña electoral de 1998, su coalición ganadora no tuvo más remedio que acometer las reformas. Las propuestas aparecieron en mayo de 2000 y tenían tres fuentes distintas: la comisión de expertos liderados por Richard von Weizsäcker, la del Ministerio de Defensa supervisada por su inspector general Hans-Peter von Kirchbach y, finalmente, la de síntesis del propio ministro de Defensa, Rudolf Scharping. Sin directrices previas para armonizarlas, las reformas siguieron los tres enfoques dominantes en el sector: el reformista partidario de la normalización, el corporativo temeroso de cambios radicales y el político preocupado por el posibilismo.

Resumiendo las propuestas, la primera apostaba por unas fuerzas armadas más reducidas y operativas, capaces de actuar simultáneamente en dos operaciones de crisis de media intensidad. Apoyaba el mantenimiento del servicio militar por razones económicas y de reclutamiento, pero reconocía su impacto negativo en la operatividad y, sobre todo, denunciaba la falta de equidad (wehrgerechtigkeit) entre quienes prestaban el servicio militar y el social (zivis). La segunda, al igual que la anterior, mantenía la defensa territorial como la primera misión de las fuerzas armadas pero reducía la proyección internacional a una misión secundaria y justificada por los compromisos multilaterales con la UE y la OTAN. Apoyaba más decididamente el servicio militar para prevenir la caída del reclutamiento pero no una reducción generalizada de fuerzas. Frente a un total de 240.000 miembros con 30.000 conscriptos y 80.000 civiles de la propuesta independiente, la del Ministerio abogaba por 290.000 con 85.000 conscriptos. Por su parte, el ministro llegó a un punto intermedio equiparando la defensa territorial con la de la paz y seguridad internacional y manteniendo el servicio militar sin aprovechar la nueva coyuntura estratégica para abogar por la profesionalización.

Ni las propuestas anteriores ni la conmoción del 11-S bastaron para actualizar el Libro Blanco de 1994. La codificación vino por la vía ministerial cuando el 21 de mayo de 2003 se aprobó una directiva con las orientaciones para el cambio de la política de defensa (Verteidigungspolitische Ritchtilinien).[1] En la Directiva se realiza una primera aproximación a los principios e intereses de la nueva seguridad que aparecerán luego en el Libro Blanco, pero la propia Directiva reivindica la necesidad de elaborar una política y un concepto de seguridad nacional que permita integrar la pluralidad de instrumentos militares y no militares (apdo. 35). Las variaciones introducidas por la Directiva trascendieron las limitaciones de la defensa territorial y justificaron la salida de las tropas al exterior –incluidas acciones antiterroristas– aunque, eso sí, dentro de los límites de seguridad compatibles con la Ley Fundamental y en el marco de operaciones multilaterales. A partir de entonces, la proyección militar alemana se ha ido consolidando en el escenario internacional y las restricciones tradicionales han dejado de ser patentes aunque todavía persisten latentes al acecho de cualquier reforma o decisión que reavive la percepción del militarismo o un uso de la fuerza que exceda los límites de la tolerancia, tal y como puso de relieve la contestación a las intervenciones militares contra Serbia e Irak.

En coherencia con la Directiva anterior, el ministro de Defensa, Peter Struck, aprobó el 9 de agosto de 2004 el nuevo concepto de las fuerzas armadas (Bundeswher Konzeption) para actualizar sus misiones, principios, organización y requisitos operativos. El concepto tradujo en capacidades militares el nuevo principio de intervención y estableció tres tipos distintos de unidades según su capacidad para responder, estabilizar o apoyar las operaciones militares. Se asignaron 35.000 miembros a las fuerzas de respuesta, distribuidos entre 15.000 a disposición de la NATO Response Force de la OTAN, 18.000 a disposición de los Battle Groups de la UE, 1.000 a disposición de Naciones Unidas y otros 1.000 para operaciones de evacuación y rescate. Las orientaciones y el concepto representaron una revolución militar por la trascendencia de los cambios pero la transformación se llevó a cabo con mucha mano izquierda para mantener los cambios al margen de un debate político y social que podía ser controvertido.

Las circunstancias cambiaron tras el Acuerdo de Gobierno de la coalición entre la Unión Demócrata Cristiana, la Unión Social Cristiana y el Partido Social Demócrata de noviembre de 2005. En vísperas de la Presidencia alemana del Consejo de la UE y del G-8, el Acuerdo de Gobierno dedicó un capítulo integro a la acción exterior sobre la base del consenso, donde figuran las líneas principales de las políticas de exteriores, seguridad y defensa de la legislatura, incluida la elaboración de un Libro Blanco en noviembre de 2006.[2] El Acuerdo dotó a la Directiva y al Concepto del marco estratégico que les faltaba aunque todavía quedaba por elaborar un documento que integrara la estrategia internacional con la política de seguridad y defensa.

El Acuerdo aporta la visión estratégica de la política general a seguir por la coalición durante la legislatura. Delimita el papel de las fuerzas armadas como instrumento de la seguridad nacional e internacional y valida el principio de intervención acuñado en los documentos anteriores. También establece las funciones de las fuerzas armadas: prevención y gestión de crisis internacionales, cooperación con los aliados, defensa nacional, evacuación y rescate de la población, cooperación internacional y la asistencia subsidiaria a las autoridades civiles. Todos esos contenidos van a recogerse en el nuevo Libro Blanco junto con las medidas y objetivos de la política de defensa que las desarrollan. El Libro Blanco alemán no es, por tanto, ni el resultado de un proceso reglado de revisión de la estrategia de defensa ni un experimento de diseño improvisado al inicio de una legislatura. Por el contrario, el Libro Blanco refrenda en un documento formal el acervo de acuerdos y reformas acumulado progresivamente en los ámbitos de la seguridad y la defensa durante los últimos doce años. Por lo tanto, su mayor mérito no es la novedad del contenido sino la propia publicación de un documento largamente anunciado.

Los cambios profundos en la política exterior

Mientras se sucedían los cambios estratégicos, sus efectos no sólo afectaban a las cuestiones militares sino a la propia percepción de Alemania como un actor internacional. Frente a la tradicional subordinación de su política exterior al consenso multilateral, Alemania comenzó a colocar a sus aliados y socios ante hechos consumados. Tras renunciar a la tutela de las grandes potencias en su proceso de reunificación y sorprender a sus socios de la Unión Europea reconociendo unilateralmente a Croacia y a Eslovenia, Alemania no ha dejado de tomar conciencia de su identidad y de reivindicar un mayor margen de autonomía. Alemania, como declarara el canciller Schröder a principios de su mandato, ya es “mayor” y sus intereses nacionales han ido ganando peso en la balanza del multilateralismo.

Dentro de las relaciones transatlánticas, Alemania colabora activamente en la organización y operaciones de la OTAN, es partidaria de su complementariedad con la UE y la Fuerza de Respuesta de la OTAN es la opción preferida para las intervenciones militares comprometidas. La colaboración no ha impedido que cuestionara la utilidad de la Alianza como marco prioritario de consultas, ignorara el principio de la no duplicación de medios y misiones reivindicando una estructura de mando alternativa de la UE en Tervuren y se opusiera a incrementar el protagonismo de la OTAN en Afganistán o Irak. El Acuerdo de Gobierno recupera lo mejor de las relaciones transatlánticas pero Alemania ya no volverá a ser el aliado que seguía sin cuestionar las decisiones del líder y los intereses de los demás. Más allá de las diferencias ideológicas entre las administraciones y de los desacuerdos puntuales que pueden surgir en cualquier momento, lo que ha quedado patente es la toma de conciencia de unos intereses nacionales diferenciados.

En el ámbito europeo, Alemania sigue liderando el proceso y los costes de la integración pero ha dejado de transigir en materia de financiación, política agrícola o estabilidad presupuestaria y ha flirteado con la visión francesa de una UE capaz de contrarrestar a EEUU como polo de poder. En Naciones Unidas, donde Alemania contribuye de forma destacada a sus presupuestos y actividades, aspira a un asiento permanente en el Consejo de Seguridad aunque combatió en Kosovo sin mandato de éste y anunció que no lo haría en Irak aunque se aprobara un mandato. Concienciado de su reconocimiento como interlocutor global, participa en directorios de potencias como el G-8 para la economía y la política global, el Grupo de Contacto para los Balcanes y el UE-3 para la crisis nuclear iraní, entre muchos otros, además de mantener relaciones especiales con Rusia y China, incluida el levantamiento del embargo europeo de armamento a esta última potencia.

Lo anterior no significa que Alemania haya optado por el unilateralismo y renunciado al consenso multilateral, sino que ya no subordina sus intereses nacionales de forma automática a los intereses colectivos definidos por terceros como hacía en el pasado. En contrapartida, Alemania ha tenido que atemperar su idea de potencia civil y normativa, añadiendo algunos elementos de realismo y de potencia militar. Al igual que descubriera la UE en su momento, Alemania se ha dado cuenta de que se necesita algo más que el consenso y la cooperación para ser un actor global. De las restricciones del “nunca más”, “nunca solos” y “nunca por la fuerza” se ha pasado al pragmatismo en la seguridad internacional y a asumir que un actor global no siempre podrá actuar de “policía bueno” ni todas sus misiones serán siempre humanitarias.

Este proceso generó un amplio debate académico sobre si el cambio de comportamiento alemán apuntaba hacia una vía peculiar (sonderweg) o hacia otra radicalmente distinta a la mantenida. La posibilidad de una german way tuvo su momento durante la crisis de Irak pero comenzó a declinar a partir de entonces y se impuso el reconocimiento -más tranquilizador- de que Alemania había encontrado su encaje en la política internacional y contaba con una nueva visión (weltanschauung) de su papel en el mundo. El Acuerdo de Gobierno recoge los elementos esenciales de esa visión de Alemania como un actor responsable, comprometido con el multilateralismo eficaz y aspirante a mayores cuotas de protagonismo y responsabilidad internacional, partidario de la complementariedad en las relaciones transatlánticas y de implicarse activamente en la prevención y gestión de crisis y la cooperación al desarrollo.

¿Por qué lo llaman seguridad cuando quieren decir defensa?

El Libro Blanco de 2006 sobre la política alemana de seguridad es, en realidad, un libro blanco sobre la defensa. Partiendo de un documento como el Acuerdo de Gobierno, en el que se adopta una estrategia multidimensional de la seguridad, el diseño de la política de seguridad debería ser igualmente multidimensional y equilibrar sus componentes diplomáticos, económicos y de cooperación con los militares. Sin embargo, sólo se desarrolla la política de defensa, para la que se establecen misiones, medios y responsabilidades que no se desarrollan para otros aspectos tan importantes de la seguridad como el control de armamento, el desarme, la no proliferación, la exportación de armamento, la reconversión, la inteligencia o la economía, entre otros.

El Libro Blanco está diseñado por el Ministerio de Defensa y refleja la visión y responsabilidades de su cultura organizacional y corporativa. A pesar de que en algunos párrafos del documento se alude al carácter multidimensional de los riesgos y a la necesidad de una respuesta interministerial, el Libro Blanco no aporta nada relevante al respecto. Por ejemplo, no define las misiones y procedimientos de cooperación interministerial para el desarrollo de un sistema nacional de seguridad preventiva, un mandato que se le encomendaba en el Acuerdo de Gobierno y al que el Libro Blanco no da respuesta. Tampoco desarrolla el concepto de la cooperación civil-militar, tanto en su dimensión interna de cara a la seguridad territorial, como en la de cooperación en el extranjero con agencias y organizaciones no gubernamentales en las misiones de reconstrucción y estabilización sobre el terreno. El Libro Blanco reconoce la necesidad de integrar esa cooperación en un marco superior interministerial pero no ofrece soluciones ni procedimientos. Tampoco resuelve el mandato del Acuerdo de Gobierno sobre la prevención y gestión de conflictos. En él se establecía la necesidad de desarrollar el Plan de Acción del Gobierno Federal para “La prevención de crisis, resolución de conflictos y reconstrucción posconflicto” mediante un grupo de coordinación interministerial. El Libro Blanco se limita a reiterar la apelación sin desarrollarla siquiera en sus aspectos militares, tal y como hizo, por ejemplo, el Ministerio de Cooperación Económica y Desarrollo en junio de 2005 para los elementos de su incumbencia. Ya que el Libro Blanco no desarrolla los aspectos no militares de la seguridad, no se debería hablar, técnicamente al menos, de un documento de política de seguridad sino de uno de defensa con añadidos de seguridad.

No se puede decir que el Libro Blanco no contara con una orientación estratégica previa. Por el contrario, el Acuerdo de Gobierno ofrece una visión estratégica suficiente como para enmarcar una política de seguridad más holística e integrada. Los contenidos del Acuerdo no tienen el formato de los documentos estratégicos de otras potencias pero proporcionan orientaciones suficientes sobre la proyección alemana en Europa, las Naciones Unidas, las relaciones transatlánticas, la globalización, el desarrollo, la seguridad internacional y el papel de las fuerzas armadas como para desarrollar una política de seguridad más equilibrada. Sin embargo, su desarrollo posterior se compartimenta en proyectos ministeriales estancos sin la necesaria coordinación interministerial del planeamiento ni la supervisión de la Cancillería. La proyección internacional de la seguridad se dispersa por varias culturas de cooperación en los sectores de economía, defensa y diplomacia sin que el Consejo Federal de Seguridad (Bundessicherheitstrat) pueda integrar sus iniciativas salvo para adoptar decisiones concretas que afectan a varios departamentos.

La superposición de la seguridad con la defensa desdibuja la relación entre los riesgos e intereses que se definen y las medidas que se adoptan. Las estrategias sirven para establecer unos intereses y objetivos generales que luego concretan las políticas. El Libro Blanco identifica bien los intereses generales de seguridad: proteger la seguridad, libertad y prosperidad de los ciudadanos, la soberanía e integridad territorial, prevenir las crisis regionales, afrontar los retos de la globalización incluidos el terrorismo y la proliferación, apoyar el derecho internacional y los derechos humanos y promover la libertad de comercio. Sin embargo no traduce esos intereses en objetivos de seguridad, con lo que las políticas derivadas, sean de seguridad o de defensa, no pueden, a su vez, concretar esos objetivos para aplicar los instrumentos de los que disponen. Por poner un ejemplo, el Libro Blanco señala la interrupción del acceso a las materias primas y el transporte de mercancías como un riesgo para la seguridad y señala la libertad de comercio como un interés prioritario de su política de seguridad. Sin embargo, el Libro Blanco no indica qué objetivos militares y no militares favorecerían la libertad de tránsito y de comercio ni los criterios generales para determinar el uso de los instrumentos adecuados en cada situación. Las orientaciones facilitan el planeamiento posterior siempre y cuando definan los objetivos y el camino a seguir, pero el Libro Blanco da pocas precisiones sobre cómo piensa emplear el instrumento militar y se remite para ellos al concepto estratégico de la OTAN, a la estrategia de seguridad de la UE o a las decisiones caso por caso que puedan adoptar el Gobierno, el Parlamento y las instituciones multilaterales.

Como resultado, y a pesar del esfuerzo y capacidad puesto en ello por el Ministerio de Defensa, la elaboración del Libro Blanco no puede suplir la carencia de un sistema de seguridad diferenciado capaz de integrar las distintas dimensiones de la seguridad. Y lo que es, sin duda, un buen Libro Blanco para la política de defensa se devalúa al ampliarse hacia la seguridad. Este problema estructural afecta también a otros países europeos que todavía no han sabido encontrar una respuesta adecuada a la “multidimensionalización” de la seguridad y a la fusión de sus aspectos internos y externos. A falta de una solución adecuada, los gobiernos intentan paliar la carencia estirando al límite las competencias de defensa. De ahí la ambigüedad terminológica con la que el Libro Blanco se refiere indistintamente a la política de seguridad, política de defensa o política de seguridad y defensa y la escasez de sus alusiones a mecanismos de coordinación con otros ministerios o con la Cancillería.

Los contenidos: negro sobre blanco, luces junto a sombras

El Libro Blanco ofrece una amplia descripción del estado de las fuerzas armadas alemanas y de sus expectativas de futuro cuya lectura directa se recomienda a los interesados. Puestos a seleccionar, y entre muchos elementos positivos de su contenido, merece la pena destacar algunas reservas sobre su contenido y viabilidad.

Una vez superadas las dificultades legales para participar en operaciones internacionales, hay que contar luego con la capacidad militar y la voluntad política necesarias para hacerlo, especialmente cuando las misiones se encuentran en la parte más exigente del espectro. La proyección no es sólo una cuestión de cantidad sino también de calidad porque no es lo mismo desplegar fuerzas en la zona sur de Afganistán que en el norte. Tampoco es igual desplegar fuerzas en la frontera con Israel que patrullar la costa libanesa, ni poner tropas a disposición de la Eufor RD Congo en Potsdam, que hacerlo en Gabón o Kinshasa. La experiencia muestra la preferencia alemana por las misiones de la parte baja del espectro, como las de estabilización en los Balcanes y las humanitarias en Pakistán o Mozambique, entre las más recientes, junto con algunas operaciones de control de armamento en el Mediterráneo y en el Mar Rojo.

Este patrón responde a criterios políticos y sociales pero también a limitaciones materiales que el Libro Blanco trata de superar. Las fuerzas armadas han reivindicado siempre la necesidad de contar con capacidad militar para intervenir en todo el ámbito del espectro. Sin embargo, las medidas puestas en marcha para facilitar la proyección militar no han dado todavía los frutos esperados. Junto a las carencias de medios de proyección estratégica que tratan de resolver con sus aliados y socios de la OTAN y de la UE, Alemania sólo ha conseguido desplegar simultáneamente un máximo de 9.000 soldados apurando al límite sus posibilidades. Si se cumplen las previsiones del Libro Blanco, podrá proyectar un máximo de 12.000 en operaciones de alta intensidad y otros 14.000 en cinco misiones de estabilización una vez deducidas las rotaciones. El incremento es significativo pero no hay un calendario concreto y, además, necesitará contar con 250.000 militares y 115.000 civiles para hacerlo. El mantenimiento del servicio militar ayudará a cubrir esos objetivos de fuerza porque aporta el 40% del reclutamiento voluntario y el 20% de las fuerzas desplegadas en el exterior, pero a cambio su menor formación y su exclusión de las operaciones de media y alta intensidad rebaja el potencial expedicionario de las fuerzas armadas.

Otro elemento contradictorio del Libro Blanco es el desfase entre sus objetivos y recursos. Si atendemos a los objetivos de transformación, su ambición va más allá de proporcionar unas capacidades que permitan operar a sus fuerzas armadas en el futuro y aspira a transformar todos los aspectos de las fuerzas armadas y de su administración. Del mismo modo, se fija como modelo de fuerzas armadas (posture) pasar de un modelo de proyección a otro expedicionario. Ambos objetivos precisan unos recursos financieros y políticos que no están por el momento a disposición de las fuerzas armadas alemanas. El Libro Blanco se limita a esperar que las previsiones presupuestarias a medio plazo se respeten para alcanzar los objetivos establecidos, pero la experiencia muestra una trayectoria de recortes y cancelaciones constantes que han afectado a los programas industriales, operativos y organizacionales. En los últimos años, el presupuesto de defensa, excluidas las pensiones, muestra una estancamiento en torno a los 24 billones de euros y el 1,4% del producto interior bruto (PIB). Alemania debería incrementar su presupuesto en más de 16 billones de euros anuales para alcanzar el nivel franco-británico del 2,5% del PIB. En un escenario de déficit presupuestario por encima del 3% del Pacto de Crecimiento y Estabilidad y con un crecimiento del PIB inferior al 1%, el Ministerio de Defensa precisará algo más que las economías internas o los ingresos extrapresupuestarios para alcanzar el objetivo del 30% en inversiones que fija el Libro Blanco para acometer la transformación.

Por último, el Libro Blanco reconoce la interacción entre la seguridad interior y la exterior pero no resuelve la participación de las fuerzas armadas en misiones de apoyo. También aquí se necesitará un largo período de transición para superar los problemas latentes. El Tribunal Constitucional acaba de establecer en una sentencia de 15 de febrero de 2006 los límites del apoyo a las autoridades civiles en materia de seguridad interior. La colaboración autorizada consiste en incluir las acciones terroristas dentro del marco de los desastres y accidentes graves que permite la participación, pero exclusivamente con armamento ligero. Queda, por tanto, un largo camino para normalizar la colaboración con las autoridades civiles en materia de emergencia y definir el apoyo subsidiario de las fuerzas armadas a las autoridades civiles en materia de emergencias y –mucho mayor– para colaborar en la protección y la lucha contra el terrorismo.

Conclusiones: El proceso que lleva del Libro Blanco de 1994 al de 2006 muestra un esfuerzo y tacto en los responsables difícil de valorar para quienes no están familiarizados con la cultura estratégica de la autolimitación en Alemania. Las secuelas de la contienda mundial hicieron tan difícil mantener unas fuerzas armadas para la defensa territorial como adaptarlas después a la proyección internacional. El proceso no hubiera sido posible sin el consenso político y la progresividad con que se han dosificado los cambios. Sin embargo, y precisamente por la solvencia con la que se ha conducido el proceso en los momentos de dificultades, podía esperarse un broche final más brillante en su tramo final.

A partir de buenos materiales de partida como el Acuerdo de coalición, la Directiva de defensa y el Concepto de fuerzas armadas, el Libro Blanco no los integra de forma satisfactoria. El texto yuxtapone los materiales anteriores sin articularlos y presenta desequilibrios entre sus contenidos de seguridad y los de defensa. Mientras éstos pueden criticarse por las dificultades de su ejecución o por el desfase entre sus objetivos y los recursos, los de seguridad deben criticarse por su indefinición.

En todo caso, es de agradecer el esfuerzo de racionalidad y de coherencia del Gobierno Federal. El Libro Blanco alemán trae la buena noticia de que ya está aquí para fomentar el debate social y académico que le faltaba, y la mala noticia de que se debe empezar a mejorar cuanto antes. Por lo menos antes de otros 12 años.

Félix Arteaga
Profesor en el Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado de la UNED

[1]La Directiva del Ministerio alemán de Defensa dispone de una versión inglesa (Defence Policy Guidelines) en http://www.bmvg.de. En ella se pone fin a los elementos tradicionales de la cultura de la restricción porque en el nuevo contexto estratégico las fuerzas armadas podrían ya ir a cualquier parte, realizar cualquier misión e intervenir en cualquier momento, frente a la restricción previa de las operaciones dentro del área de la OTAN, en la parte baja del espectro y tras una movilización.

[2] El texto íntegro del acuerdo de 11 de noviembre de 2005 traducido al inglés cuenta con un capítulo (noveno) sobre “Germany as a responsible partner in Europe and the World”. Se encuentra disponible en http://www.bundestag.de/aktuell/archiv/2005/koalition/vertrag_en.pdf.

© Fundación Real Instituto Elcano, Madrid, 2006.