Hiroshima, Estados Unidos y el Futuro de la Humanidad

Por David Krieger*, Agosto 4 de 2005
Traducción de Rubén Arvizu**

Estamos otra vez conmemorando Hiroshima. Muchos se reunirán en el Parque Conmemorativo de la Paz de Hiroshima para recordar ese fatídico día hace 60 años cuando una arma atómica fue utilizada por primera vez en una población humana y aniquiló la ciudad de Hiroshima.

En Estados Unidos, desafortunadamente, muy pocas personas tomarán nota de este aniversario. Muchos de los que recuerdan Hiroshima lo harán como un acontecimiento de triunfo, no de desastre.

En la mayor parte del mundo, el nombre Hiroshima ha venido a representar la capacidad tecnológica del hombre para la destrucción masiva. Hiroshima fue la culminación del bombardeo a gran altitud y la matanza de largo alcance que vinieron cada vez más a caracterizar a la Segunda Guerra Mundial.

Hiroshima abrió la puerta a un mundo nuevo, un mundo en el cual es posible que la humanidad se aniquile por sus propias invenciones de armamentos altamente destructivos. Hiroshima fue el primer ejemplo de una tecnología que puede devastar países, terminar con la civilización, y excluir un futuro humano.

Después del bombardeo del 6 de agosto de 1945, Hiroshima fue un paisaje lunar. Pudo haber sido dejada de esta manera como un monumento y recordatorio de los nuevos peligros que enfrenta la humanidad. Pero eso no fue así.

La Hiroshima bombardeada es la Hiroshima de la muerte. Es un signo de lo que puede acontecer con la humanidad. Es una advertencia, pero una advertencia que parece cada vez más distante en nuestro mundo agitado y materialista.

La evidencia física de ese crimen ha sido en gran parte cubierto y una Hiroshima nueva y próspera se ha levantado de las ruinas - una Hiroshima que demuestra la capacidad de la humanidad para sanar y reconstruir. Sesenta años después del bombardeo, Hiroshima es en sí misma un lugar de la esperanza. Una ciudad resucitada,y llena de vida.

Lo que queda de la Hiroshima destruida se puede encontrar ahora en el Museo Conmemorativo de la Paz de Hiroshima y en los corazones de los hibakusha, los sobrevivientes de los bombardeos atómicos. Se aferran al mensaje, "¡nunca otra vez! Las armas nucleares y los seres humanos no pueden co- existir." También se aferran en la esperanza de que la humanidad puede superar sus impulsos destructivos.

El renacimiento de Hiroshima refleja el poder del espíritu humano, pero el problema presentado a la humanidad por Hiroshima no ha desaparecido. Como los científicos que firmaron el manifiesto Russell- Einstein lo expusieran hace cincuenta años: "Depende de nosotros, si elegimos, el progreso continuo con felicidad, el conocimiento y la sabiduría. ¿En lugar de eso elegiremos muerte, porque no podemos olvidarnos de nuestras rencillas?"

Muchos de los científicos que crearon las armas nucleares en el Proyecto Manhattan pensaron que no deberían ser utilizadas en poblaciones humanas. Advirtieron que si las armas nucleares eran utilizadas en Japón, el resultado sería una carrera armamentista. Intentaron sin éxito convencer a los líderes políticos de E.E.U.U. de que la bomba atómica se debería primero demostrar a los líderes japoneses en un lugar remoto, deshabitado, para darles la oportunidad de rendirse. Pero las súplicas de los científicos cayeron en oídos sordos. Habían perdido control de su creación, y los líderes del gobierno eligieron utilizar la bomba antes de que los soviéticos se incorporaran a la guerra del Pacífico.

El bombardeo atómico de Hiroshima ocurrió en el final de una guerra terrible, pero marcó el principio de una nueva locura colectiva que daría lugar a que E.E.U.U. y la URSS cada uno amenazara al otro con millares de armas nucleares. Los números de esas armas son hoy más bajos que en lo álgido de la Guerra Fría, pero la locura colectiva continúa.

Quince años después de la desintegración de la Unión Soviética, E.E.U.U. y Rusia tienen relaciones amistosas. Aún así, cada nación todavía mantiene más de 2.000 armas nucleares de largo alcance apuntadas una hacia la otra, listas para ser lanzadas en unos momentos. ¿Se puede describir esto en otra manera que locura colectiva?

La humanidad, -los norteamericanos y los rusos particularmente,- ¿entienden lo que significa esto? Los sondeos de opinión indican que 85 a 90 por ciento de la gente de todas partes elegirían eliminar las armas nucleares, siempre y cuando lo hicieran todos los países. Entienden que mejoraría su seguridad, y que moral y legalmente es lo correcto. Pero entre los políticos, no hay una gran voluntad de lograr un mundo libre de armas nucleares.

En el año 2000, las partes del Tratado de la No Proliferación Nuclear (NPT) acordaron 13 Pasos Prácticos para el Desarme Nuclear, incluyendo en "forma inequívoca... lograr la eliminación total de sus arsenales nucleares...." Parecía ser un logro significativo. Pero, cinco años después, en la Conferencia de Revisión de 2005 (NPT), Estados Unidos no había cumplido con ninguna de sus obligaciones bajo los 13 Pasos Prácticos, y rechazó permitir una agenda para que la conferencia incluso hiciera referencia a ellos.

La administración Bush desea el financiamiento para armas nucleares nuevas, particularmente las del tipo penetrante o "bunker busters." Desean un mundo en el cual no haya lugar fuera del alcance de sus armas nucleares. Es un mundo altamente peligroso en el cual Estados Unidos seguiría confiando en las armas nucleares y continuaría amenazando con su uso para el futuro indefinido.

En Hiroshima, la bomba lanzada por Estados Unidos mató a 140.000 personas, sobre todo civiles, y fue celebrada en E.E.U.U. como victoria militar. Al hacer esto, los E.E.U.U. no hicieron víctimas solamente a la gente de Hiroshima, sino a toda la humanidad, sin excluir a nadie. En el mundo de hoy, cualquier ciudad dondequiera que esté, puede ser destruida en un momento.

Es doloroso pero necesario, recordar los detalles de ese día fatídico. En la mañana del 6 de agosto de 1945, la gente en Hiroshima se preparaba para ir al trabajo o a la escuela. Muy temprano, un avión estadounidense había pasado sobre la ciudad, haciendo sonar la alarma anti-aérea. Poco después cesó la alarma. Entonces otro avión se aproximó, un B-29, el Enola Gay. Soltó una sola bomba, que cayó por 43 segundos, y a las 8:15 de la mañana la ciudad de Hiroshima fue destruida. Las personas cerca del epicentro quedaron incineradas.. Otras, en sitios más alejados, fueron muertas por ráfagas de fuego. Muchos de los sobrevivientes desarrollaron "enfermedades de la radiación," y murieron en los siguientes días, semanas, meses y años debido a dolorosos cánceres y leucemias.

El 9 de agosto de 1945, tres días después de Hiroshima, Nagasaki fue bombardeada y destruida con otra arma atómica. En el mismo día, el Presidente norteamericano, Harry Truman, dando una nota de religiosidad a su mensaje dijo lo siguiente al pueblo estadounidense: "Agradecemos a Dios que nosotros tengamos esta arma, en vez de nuestros enemigos; y rogamos que El pueda guiarnos para utilizarla en Su manera y para Sus propósitos."

El ex-presidente Herbert Hoover, tuvo una reacción muy diferente: "El uso de la bomba atómica, con su matanza indiscriminada de mujeres y de niños, repugna mi alma."

Altos generales y almirantes norteamericanos quedaron igualmente horrorizados por el uso de armas atómicas. Eisenhower dijo más tarde, "No era necesario golpearlos de esa forma tan tremenda." El Almirante William D. Leahy, jefe de personal de Truman, escribió: "... el uso de esta arma bárbara en Hiroshima y Nagasaki no fue de ninguna ayuda en nuestra guerra contra Japón. Los japoneses ya estaban vencidos y listos para rendirse.... Mi opinion es que al ser los primeros en utilizarla, hemos adoptado un estándar ético común a los bárbaros de la Edad Media. No me enseñaron a hacer la guerra en esa manera, y las guerras no pueden ser ganadas aniquilando mujeres y a los niños...."

Las armas nucleares no discriminan. Matan a hombres, a mujeres y a niños. De esta manera, entre otras, son ilegales bajo la Ley Humanitaria Internacional, como lo declaró el Tribunal de Justicia Internacional en 1996.

Las armas nucleares son las armas de los cobardes. Los que las poseen sólo necesitan encontrar a los hombres y a mujeres que quieren hacerlas, mantenerlas y presionar el botón para lanzarlas.

Las armas nucleares destruyen a los destructores. Reflexionando sobre Hiroshima y Nagasaki, Mahatma Gandhi dijo, "Lo que ha sucedido con el alma de la nación destructora es todavía demasiado temprano para saberlo. Las fuerzas de la naturaleza actúan de una manera misteriosa."

Mientras los norteamericanos recuerdan la destrucción de Hiroshima y de Nagasaki, también debemos reflexionar en qué ha sucedido a nuestra alma colectiva. Debemos pensar en quiénes somos, mientras que nos aferramos a nuestras armas de destrucción masiva, y somos los líderes oponiéndonos al desarme nuclear.

Puede ser un mundo peligroso, pero nuestro futuro yace en el perdón y la decencia, no en la fuerza de las armas. En E.E.U.U., se invierte la mitad del gasto militar total del mundo, más de 500 mil millones de dólares anualmente, y todavía no estamos a salvo. Buscamos fuentes baratas de petróleo, y pagamos el precio con sangre, la nuestra, pero sobre todo la de otros.

Si continuamos en este camino, una Hiroshima norteamericana estará en nuestro futuro. Es inevitable. Si los desilusionados extremistas del mundo obtienen armas nucleares, las utilizarán y E.E.U.U. será un blanco probable. La ironía de esto es que ninguna de nuestras miles de armas nucleares nos harán más seguros. De hecho, nos hacen menos seguros creando una situación en la cual otros también mantienen armas nucleares y algunas pueden caer en las manos de extremistas.

Pero cuando se trata de armas nucleares, no hay moderados. Todas las políticas nucleares son peligrosas y extremas, excepto las que contribuyan a la eliminación de las armas nucleares. Todos los poseedores de armas nucleares son extremistas. Si el terrorismo amenaza con matar a civiles inocentes, entonces las armas nucleares son la última arma del terrorismo y los que las poseen son los máximos terroristas.

¿Cómo puede cambiar la nación norteamericana? Quizás Hiroshima proporcione un lugar para comenzar. Los horrores de Hiroshima son no solamente el pasado, pero potencialmente también el futuro. Podemos comenzar encontrando nuestro dolor. Podemos comenzar con el reconocimiento del sufrimiento que hemos causado y que seguimos causando. Podemos comenzar con disculpas y perdón.

Hiroshima se ha recuperado en gran parte de sus heridas. Se ha reconstruido la ciudad. Las flores han renacido. Los sobrevivientes han hecho su misión para terminar la amenaza de las armas nucleares a la humanidad. Han perdonado el crimen.

Pero Estados Unidos no se curará del trauma de la devastación que hemos causado y continuando causando hasta que los norteamericanos digan NO al poder insensible, NO a las armas nucleares, NO a la guerra y NO a los líderes que mienten para que vayamos a la guerra. Hasta que nos opongamos a ese poder insensible, continuaremos siendo víctimas de nuestra propio poder masivo y desenfrenado. Está en nosotros mismos el cambiar, pero no sin antes terminar con nuestro apego al poder y a nuestros estándares dobles que apoyan este apego. Estados Unidos debe reafirmar su cometido a la decencia, no a la destrucción.

El manifiesto Russell-Einstein de 1955 - publicado diez años después de la destrucción de Hiroshima y de Nagasaki, cuando las armas termonucleares estaban siendo probadas - concluye con estas palabras: "Apelamos como seres humanos a los seres humanos: Recuerde su humanidad y olvídese del resto. Si puede hacerlo, ante usted se abren las puertas de un nuevo paraíso; de lo contrario, ante todos se extiende el riesgo de la muerte universal."

Tenemos una opción, y donde hay opción hay esperanza. Si no hacemos nada, permaneceremos en la trayectoria de la muerte universal. Si elegimos cambiar el mundo, está en nuestras manos el hacerlo. Hiroshima es nuestro pasado; no necesita ser nuestro futuro. Podemos unirnos a los sobrevivientes de Hiroshima en asegurarnos que las armas atómicas nunca más serán utilizadas, tomando la medida sensible y razonable de suprimir estos instrumentos de genocidio.

Desafortunadamente lo que es razonable no es siempre posible. Para terminar la amenaza a la humanidad y a otras formas de vida creada por las armas nucleares, hay dos diversos sistemas de problemas que deben resolverse. El primero debe ser planear lo que debe hacerse. El segundo es superar los obstáculos para lograr estas metas.

Miremos primero qué necesitamos hacer En la Nuclear Age Peace Foundation, hemos propuesto los siguientes ocho compromisos por los estados con armas nucleares.

Comprometerse a negociaciones de buena fe para alcanzar el desarme nuclear total.
Comprometerse a un tiempo límite para el progreso y la realización de la meta de un mundo libre de armas nucleares.
Comprometerse con ningún primer uso de armas nucleares contra otros estados nucleares y con ningún uso contra estados no nucleares.
Comprometerse con la irrevocabilidad y la comprobabilidad de las medidas del desarme.
Comprometerse con la reducción de fuerzas nucleares, retirándolas del alto estado de alerta.
Comprometerse a no crear ninguna nueva arma nuclear.
Comprometerse con una verificación comprobable en la producción de materiales fisibles, y de poner los materiales existentes bajo estricto control internacional.
Comprometerse a una transparente contabilidad para promover la confianza y permitir la verificación del proceso del desarme.
Vemos todo esto como un nivel mínimo de compromiso para demostrar la "buena fe" para alcanzar la eliminación total de armas nucleares que es requerida por el derecho internacional. Otras compromisos se podían agregar a éstos, tales como ayuda para el Tratado Comprensivo de la Prohibición de Pruebas, y al acuerdo para evitar la militarización del espacio exterior.

Esencialmente, la comunidad internacional sabe qué debe hacerse para alcanzar la eliminación por fases de las armas nucleares. Desafortunadamente, el problema más grande no radica en qué es necesario sino qué es lo políticamente posible. Esto va más allá de lo que es razonable y sensible y entra al terreno de las prerrogativas de los líderes políticos.

A pesar de la amenaza para la humanidad y a pesar de la razón, ninguno de los compromisos antes citados han sido cumplidos por Estados Unidos, el estado más poderoso con armas nucleares . Sin el compromiso estadounidense con estas metas, es casi imposible que los estados menos poderosos con armas nucleares prescindan de ellas. Es por eso que el progreso en el desarme nuclear está detenido por la intransigencia norteamericana. E.E.U.U. no es líder en el desarme nuclear, sino su obstáculo más importante. Esto fue evidente durante la Conferencia de la Revisión del Tratado de la no Proliferación Nuclear de 2005, donde E.E.U.U. acusó a otros estados, tales como Irán y Corea del Norte, pero estuvo poco dispuesto a discutir sus propias obligaciones de alcanzar el desarme nuclear bajo el tratado y bajo el derecho internacional en general.

En la nación americana, la democracia es parte esencial de su pueblo y de sus representantes. Los medios de comunicación deben desempeñar un papel crítico en educar al público de modo que éste pueda razonar con las opciones políticas y dé su consentimiento a las acciones de sus líderes. Son los gobernantes estadounidenses quienes han sido el obstáculo al desarme nuclear global. La mayor parte de los americanos están inconscientes de esto porque no están siendo informados por los medios masivos de comunicación.

La única manera de cambiar las políticas de un gobierno es cuando el pueblo expresa sus preocupaciones, pero esto es imposible si la mayoría no está informada de las posiciones de su gobierno respecto a los asuntos nucleares. Debemos ser muy claros e insistir que muchos de los medios no están cumpliendo con su vital obligación.

La mejor esperanza para la humanidad de terminar la amenaza de las armas nucleares a la que todos nos enfrentamos es si la nación norteamericana se enfrenta a este problema como si su vida dependiera de su resultado. No podemos esperar que líderes vanales reconozcan y solucionen estos problemas para nosotros. Debemos hablar con franqueza y educar a nuestros vecinos y a nuestros funcionarios que hayamos electo.

Las opciones están claras. Una forma es continuar en la trayectoria desastrosa en la que nos encontramos, una trayectoria en la cual nuestro arsenal nuclear desempeña un papel vital dándonos un falso sentido de seguridad. O podemos cambiar la dirección de nuestras políticas, con los E.E.U.U. intentando consolidar su propia seguridad y la de todo el mundo, proporcionando la dirección correcta para alcanzar la total eliminación de las armas nucleares. Para lograr esto, el pueblo norteamericano va a tener que despertar y exigir que su gobierno actue en su nombre, termine su absurda confianza en las armas nucleares y cumpla con sus obligaciones morales y legales para dar fin a la era de las armas nucleares.

*David Krieger es Presidente de Nuclear Age Peace Foundation (www.wagingpeace.org). Es autor de “Hoy no es un Buen Día Para la Guerra.”

**Rubén Arvizu es Director para América Latina de la Nuclear Age Peace Foundation.

© Nuclear Age Peace Foundation 1998 - 2005

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